El Alma de la Religión
El Mensaje Sufi, Volumen 9, La Unión de Ideales Religiosos,
La Religión
por Pir-o-Murshid Hazrat Inayat Khan
Puede ser que un individuo pertenezca a la mejor religión del mundo. Él no la vive, sino que pertenece a ella. Él dice que es Musulmán, Cristiano o Judío. Él está seguro de que es la mejor religión, pero al mismo tiempo no le importa vivirla – él solamente pertenece a ella y piensa que pertenecer a una cierta religión aceptada es todo lo que se necesita. Y la gente de todas las religiones lo ha hecho parecer así, debido a su entusiasmo y obligados por su misión en la vida. Ellos lo han facilitado para los demás seguidores de su propia religión, diciéndoles que por el hecho de pertenecer a ésta, se salvarán el Día del Juicio Final, mientras que los otros, independientemente de sus buenas acciones, no se salvarán porque no pertenecen a esta religión particular. Esto es una idea artificial, es decir, creada por el hombre, y no por Dios.
Dios no es el Padre de una secta; Dios es el Padre de todo el mundo y todos tienen derecho a ser llamados Sus hijos, sean merecedores de ello o no. De hecho es la actitud del hombre hacia Dios y hacia la Verdad lo que puede acercarle a Dios, Quien es el ideal de cada alma. Y si esta actitud no se desarrolla, entonces, cualquiera que sea la religión del hombre, él ha fracasado de vivirla. Por tanto lo que es importante en la vida es intentar vivir la religión a la que se pertenece, o la que se aprecia, o la que uno cree que es su religión.
Uno siempre debe saber que la religión tiene tanto cuerpo como alma. Cualquiera que sea el cuerpo de la religión que se toque, se toca el alma; pero si se toca el alma, se tocan todos sus cuerpos, que son como sus órganos. Todos los órganos constituyen un cuerpo que es el cuerpo de la religión, la religión de Alfa y Omega, que existía, existe y existirá siempre. Por lo tanto, no hace falta la polémica de “Yo tengo razón y tú te equivocas” en el camino de la religión. No sabemos lo que hay dentro del corazón humano. Si desde fuera alguien parece ser Judío, Cristiano, Musulmán o Budista, no podemos juzgar su religión, porque cada alma tiene la suya particular y nadie tiene derecho a juzgarla.
Puede haber una persona en un atuendo muy humilde, sin ningún indicio de creencia en Dios, o de piedad u ortodoxia, pero es posible que lleve una religión oculta en su corazón que no todo el mundo puede entender. Y puede haber una persona muy evolucionada cuya conducta externa, que por sí sola revela sus opiniones ante la gente, puede parecer totalmente contraria a su propia manera de ver las cosas, y es posible que le acusen de ser materialista o incrédulo, o alguien que está lejos de Dios y la Verdad. Sin embargo, no se sabe; a veces las apariencias son solamente ilusiones, y detrás de ellas se puede encontrar la más profunda devoción religiosa o el más grande ideal escondido, del cual sabemos muy poco.
Es por eso que para un Sufi la mejor opción es respetar la creencia del hombre, sea cual sea su ideal, sea cual sea su manera de ver la vida, aunque todo ello sea muy diferente de su propio punto de vista. Es este espíritu de tolerancia que, una vez que esté desarrollado, dará lugar a la hermandad que es la esencia de la religión y la necesidad del presente.
La idea de que tú eres diferente y yo soy diferente; tu religión es diferente y mi religión es diferente; tu creencia es diferente y mi creencia es diferente – no unirá, sino que dividirá a la humanidad. Aquellos que con la excusa de su gran fe en su propia religión ofenden los sentimientos de los demás y dividen la humanidad, cuyo Objetivo y Fuente son los mismos, insultan a la religión, sin importar cuál sea su fe.
El Mensaje, cuando fuera - en cualquier período de tiempo - que llegó al mundo, no llegó a un segmento específico de la humanidad; no llegó para enaltecer solamente a unas cuantas personas que posiblemente han aceptado una fe, un Mensaje, o una Iglesia particular organizada. No, todo esto llegó más tarde. La lluvia no cae solamente a una fracción de la tierra; el sol no brilla sobre un solo país. Todo lo que es de Dios, es para todas las almas. Si son dignas, lo merecen; es su premio; si son indignas, tienen aun más derecho a ello. Verdaderamente, la bendición está destinada para cada alma; para cada alma, sin distinguir fe o creencia, cada alma pertenece a Dios.